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Alonso Cordel

CAMBALACHE


Letra y música: Enrique Santos Discépolo, 1935

 

En 1935, tener un baño era costoso, y mas costoso era comprar papel higiénico; así que muchos pedían en la iglesia que le regalasen una biblia porque tenia un papel sedoso. Se le hacia un agujero en una tapa y se la ataba con un alambre (sable sin remache) al calefon, (calentador de agua de uso doméstico). En esto se inspiró para decir:

 
"...y herida por un sable sin remache

ves llorar la Biblia

junto a un calefón."

Que el mundo fue y será/una porquería, ya lo sé./ En el quinientos seis /y en el dos mil, también./ Que siempre ha habido chorros,/ maquiavelos y estafaos,/ contentos y amargaos,/ barones y dublés. /Pero que el siglo veinte / es un despliegue / de maldá insolente,/ ya no hay quien lo niegue. /Vivimos revolcaos en un merengue/ y en el mismo lodo /todos manoseados. 

Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor,/ ignorante, sabio o chorro,/ generoso o estafador... /¡Todo es igual! /¡Nada es mejor! /Lo mismo un burro/ que un gran profesor. /No hay aplazaos /ni escalafón,/ los ignorantes/ nos han igualao./ Si uno vive en la impostura/ y otro roba en su ambición, /da lo mismo que sea cura,/ colchonero, Rey de Bastos,/ caradura o polizón. 


¡Qué falta de respeto,/ qué atropello a la razón!;/Cualquiera es un señor,/ cualquiera es un ladrón... /Mezclao con Stravisky /va Don Bosco y La Mignon, /Don Chicho y Napoleón, /Carnera y San Martín.../ Igual que en la vidriera /irrespetuosa/ de los cambalaches /se ha mezclao la vida,/ y herida por un sable sin remache /ves llorar la Biblia /junto a un calefón. 

 
Siglo veinte, cambalache /problemático y febril.../ El que no llora no mama /y el que no afana es un gil. /¡Dale, nomás...! /¡Dale, que va...! /¡Que allá en el Horno /nos vamoa encontrar...! /No pienses más;/ sentate a un lao, /que ha nadie importa /si naciste honrao.../ Es lo mismo el que labura/ noche y día como un buey, /que el que vive de los otros, /que el que mata, que el que cura,/ o está fuera de la ley.

 

"He aquí la historia de la vida cotidiana, que acontecía en la ciudad de Buenos Aires, no se si en otros lugares pasaba o no, y que explica el por qué de la aparentemente surrealista asociación de la Biblia junto al calefón que aparece en el tango "Cambalache", cuyas letra y música fueron compuestas por Enrique Santos Discepolo en 1935.
La historia tiene relación con los servicios higiénicos, baños, la higiene personal y la forma de realizarla; y como no se me escapa que algunos lectores pueden ser muy jóvenes y puedan no haber conocido otro tipo de baños que los que se estila usar en la actualidad al menos en el mundo occidental, voy a recordar primero un par de datos que considero necesario sean tenidos en cuenta.
Hasta finales del XIX se utilizaban bacinillas, también llamadas "tazas de noche", cuyos contenidos eran arrojados por las ventanas al grito de "agua va", y antes aun, letrinas que solían estar en los fondos de las casas.
En Buenos Aires, coexistieron bacinillas y letrinas hasta principios del siglo XX, época en que las familias "acomodadas" comenzaron a instalar baños.
Luego el uso de baños se generalizo y se empezó a construirlos en todas la viviendas, aun en las mas modestas. El sencillo "mini-ambiente" constaba al menos del retrete y lavabo y si los lujuriosos propietarios de casa gustaban de practicar la costumbre de lavarse todo el cuerpo mas o menos seguido, y si además tenían medios económicos suficientes como para costearse ese capricho, los baños también tenían una ducha.
Claro, si había una ducha era necesario calentar el agua, así al lado de la ducha se instalaba un "Calefón".
Sin embargo, el papel higiénico tardo en obtener su carta de ciudadanía para poder trabajar en limpio en estas sucias tierras y aun cuando apareció era bastante caro y no estaba al alcance de todas las familias, las cuales se veían obligadas a utilizar para esos fines sanitarios el vulgar papel de diario o, en su defecto cualquier otro.
Por supuesto, eran muy estimados los papeles mas sedosos, así que los sufridos usuarios trataban de conseguir en las verdulerías y fruterías los papeles con los que venían envueltas las manzanas y otros productos del campo, algunos de estos soltaban tinta.... je.! je.! je.!........
Otro muy apreciado era llamado el "papel Biblia", por ser esta especialmente delgado y suave.
Ahora bien, ya por entonces existía la Sociedad Bíblica , una de cuyas misiones parece ser la de difundir la Biblia Protestante , para lo cual regalaba ejemplares del sagrado libro, en la actualidad lo sigue haciendo.
Pues muchos de los habitantes de Buenos Aires deben de haber parecido devotos creyentes, ya que aceptaban de continuo esas "gentilezas", y que siendo mayoría la grey católica, lo mismo pasaban y retiraban la Biblia protestante tantas veces como sabían que la Sociedad las tenia en obsequio en las calles, plazas o en su sede central."

 

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